Una sola bandera
La Prensa | Opinión | La Voz de la Academia | 10 de marzo de 2022
Por Irina de Ardila
Al llegar a Panamá, me llamó la atención el respeto religioso, casi idólatra, hacia los símbolos patrios. Me sorprendió ver a los niños en la escuela entonar el Himno cada lunes al izar la bandera. Comprendí que la bandera nacional durante los acontecimientos políticos del siglo XX ha jugado un papel trascendental.
La bandera no es una simple tela con la combinación de colores determinados. Cada símbolo, además de colores y figuras, posee y lleva en sí determinados significados y contextos; representa uno u otro programa formulado, constancias ideológicas, al crearse la nación o el Estado.
En la Edad Media, las banderas no existían. Surgen durante la formación de las naciones (siglo XIX – comienzo del XX). De cualquier modo, cada símbolo patrio es siempre la representación del Estado y la referencia a una u otra tradición.
Una Bandera, de Ernesto Endara, ganadora del Premio Ricardo Miró, 1977, obra teatral montada una vez más en enero de 2022, en el Teatro Nacional. Dirigida por Daniel Gómez Nates, el más permanente y tenaz de los directores panameños, trabajó con más de 30 actores y renovó el talento histriónico de Lucho Gotti, para conmemorar el 58 aniversario de la gesta del 9 de enero de 1964.
Para Endara, ver su obra en el escenario es su máximo placer. ¡Y por la felicidad que irradiaba el día que asistió a verla, así lo comprobamos!
Panamá es su escenario narrativo preferido. Guardo en mi memoria unas líneas de Neco Endara en las que manifiesta que lleva a Panamá tan hondo que en todo lo que escribe quiere mencionarla, acariciarla.
Lucho Gotti interpretó el papel protagónico de El viejo, padre de uno de los mártires del 9 de enero. El prototipo de su personaje fue don Isaac Orobio, su colega en la Escuela Náutica de Panamá, a quien Endara dedicó la obra: “Al viejo compañero de mar que me prestó su corazón y su dolor para escribir esta obra”. Escuchemos su lamento:
«¡Ah, una bandera¡ ¿qué es una bandera?
No es solamente un pedazo de trapo…. Una bandera es el símbolo más alto. Más arriba que la moneda y que el escudo: hasta el mismo Himno la reverencia cuando se le canta para izarla. Las banderas tienen alma, el hombre se la insufla con su sangre.»
Los personajes de Neco se someten a la prueba: si están inspirados con el sentimiento nacionalista, si están listos para la hazaña, para un sacrificio sublime. En el amor a la Patria, El Viejo y Las sombras de los Mártires son iguales, sin embargo, el padre no es solo inspirado con este sentimiento, sino lo expresa, analiza, comprende en toda su magnitud la importancia del 9 de enero para el desarrollo de las relaciones entre Panamá y los Estados Unidos y el impacto de lo sucedido para la nación.
En la obra de Endara, la Patria y la Bandera no son conceptos abstractos; el amor a la Patria se confirma amándola en vida; y sacrificándola hasta ofrecerle su muerte.
La bandera panameña ha ocupado puestos protagónicos en otras obras de Endara. En Un Lucero sobre el Ancla, cuentos ganadores del Concurso Ricardo Miró en 1985, había uno: El regalo, en el que cruzando el canal en un remolcador, la bandera izada en el mástil más alto (donde por el tratado vigente debía ondear la bandera de EU), ondeaba la panameña a los vientos su orgullo inmarcesible: “… De pronto su vista se siente atraída hacia el mástil de las luces de posición. Parece alterado. La lancha, con el práctico gringo a bordo, se despega, pero alcanzamos a oírle: — ¡Hey, you! –se dirige a Chucho– ¡Tú no poder poner ese bandera ahí! Chucho no le contesta. Me toma por el brazo. Teatral, me muestra el mástil. En lo más alto, en vez de la obligatoria bandera americana, baila campante, oronda y bellísima la bandera panameña”.
Hoy, cuando el mundo vive momentos históricos que nos hacen retroceder a horribles tiempos pasados, quisiera pensar en que mañana, cuando de verdad hayamos alcanzado el homo sapiens quizá una sola bandera arropará a los ciudadanos del mundo, evitando el más terrible de los errores humanos: la guerra.
La autora es docente universitaria.
Síguenos