Milan Kundera, maestro y artista de la traducción
La Prensa | Opinión | La Voz de la Academia | 20 de noviembre de 2023
Por Irina de Ardila
La faceta de traductor del escritor checo Milan Kundera es poco conocida, sin embargo, es muy relevante en su obra; en 2009, verbigracia, tradujo al checo la poesía completa de Apollinaire.
El trabajo del traductor, cuya dificultad suele desconocerse, es paralelo al del escritor y consiste en permanecer oculto e invisible. Al escribir, el autor no sabe cómo será su obra; el traductor, sin embargo, sabe que la suya deberá reproducir la original. El traductor recrea al autor evitando perder su esencia y estilo. Su ideal, según Paul Valery, consiste en producir con medios diferentes efectos análogos. Se trata de encontrar las equivalencias más justas, las esencias más adecuadas del pensamiento, del sentimiento, del idioma singular del escritor. El traductor debe aproximarse a su obra, con admiración y respeto. Su trabajo debe lograr una cercanía hermosa, que fascine al lector.
Kundera en Los testamentos traicionados comentaba: “…el traductor debe ser fiel al autor y al mismo tiempo seguir siendo él mismo. Consciente o inconscientemente, desea conferir al texto su propia creatividad; elige una palabra que aparentemente no traiciona al autor pero que, no obstante, es de su propia cosecha” .
Kundera explica esto con la traducción de un texto suyo: él escribe «autor» y el traductor pone «escritor»; él escribe «verso», y lo traducen por «poesía». Se quita así percepción al pensamiento original.
Para su sorpresa de escritor, cuando en 1979, Alain Finkielkraut le preguntó por qué el estilo de algunas de sus novelas en francés parecía tan barroco se dio cuenta de que sus libros no habían sido traducidos, sino reescritos. Kundera comentaba que la primera traducción de su obra La broma era un verdadero desastre contenía todo lo que detestaba: vocabulario rebuscado, adición de metáforas ornamentales, sofisticaciones, exageraciones… Era muy minucioso con la traducción de sus obras y obligó a que volvieran a ser traducidas al francés. “…Hace unos años me decidí a poner orden en las ediciones extranjeras de mis libros… La lectura, el control, la revisión de mis novelas, antiguas y nuevas, en los tres o cuatro idiomas en los que sé leer, han ocupado por completo todo un período de mi vida”.
El exilio de Checoslovaquia le obligo a cambiar de nacionalidad y de lengua. Sus últimas cuatro novelas: La lentitud, La identidad, La ignorancia y La fiesta de la insignificancia, al igual que su obra de teatro Jacques y su amo y cuatro ensayos: El arte de la novela, Los testamentos traicionados, El telón y Un encuentro fueron escritos en francés.
Cuando en 2008 publicó en checo La insoportable levedad del ser, la edición iba acompañada de una nota del autor: “Fue necesario reconstruir el manuscrito, perdido parcialmente, compararlo con ediciones anteriores y, por encima de todo, con la versión francesa original en la que introduje muchos cambios pequeños a lo largo de 20 años”. En una entrevista comentó: “Imagínate mi situación: mis libros, prácticamente inaccesibles al público checo, eran conocidos, valorados y comentados solo en traducción”.
En 2011 se convirtió en el duodécimo escritor que entraba en vida en la colección La Pléyade, que reúne las joyas de la literatura universal. François Ricard, de la Universidad McGill de Montreal, asegura que Kundera puede ser checo y francés, pero su obra no es ni francesa ni checa. “Pertenece a otro territorio, a otra historia, a otro corpus que el de las lenguas en la que han sido escritas: al espacio transnacional y translingüístico de la novela. Y hay muy pocos escritores contemporáneos de los que se puede decir esto”.
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