Apellidos y nombres contra la corriente

Es falso aquello de que los nombres no tienen ortografía. De hecho, también se escriben, se leen y se estudian. Pertenecen al campo de la onomástica. Y se clasifican como palabras agudas, graves, esdrújulas. Llevan tilde cuando la regla lo amerita y obedecen a un uso estatuido. Tienen su propia historia y su proceso de formación.

 Falta sujetarse a la norma

Cualquier inescrupuloso hace de la escritura de los nombres su propio «registro civil» y su propia norma.

Si a alguien se le antoja escribir Rebeca con v y con k, lo hace. Si decide añadir una h a Elías, bien puede. Lo peor es que estos exabruptos, nacidos del capricho, se legitiman.

La Asamblea Nacional aprobó la ley 31, de 25 de julio de 2006, que a la letra dice: «En la asignación del nombre del recién nacido, no se permitirán los nombres que lo perjudiquen o lo expongan al ridículo. El oficial del Registro Civil queda facultado para negar la asignación de nombres que se encuentren en algunos de los supuestos mencionados…». Del mismo modo, sería necesario que el «oficial del Registro Civil»  sea instruido en aspectos ortográficos, que se escriba con propiedad y no por complacencia o que el Registro Civil contratase los servicios de correctores o especialistas en el idioma.

Según el artículo 5, el Registro Civil es depositario de todos los hechos vitales: nacimientos, matrimonios, divorcios, defunciones… correcciones, rectificaciones, e incluso cancelaciones, cuando se puede determinar que en su momento fueron realizadas de manera incorrecta.

 «En las letras de rosa está la rosa», Borges

No haremos referencia a los hermosos nombres que ninguna dificultad ofrecen para su escritura (María, José, Pedro, Isabel).

Ester es nombre bíblico; Marta, también. Se suele intercalarles una h.

Isis, Margarita, Rosa, Ariadna, Graciela, Milagros, Dulce María, Rosario, Isabel, Elena, Patricia, Yolanda y otros más tienen una musicalidad cautivadora. Contra ellos (más bien contra su escritura), difícilmente pueden hacer algo los «dañinos» iconoclastas.

Apellidos compuestos

Existen apellidos de origen español que ofrecen cierto conflicto al momento de su escritura: Ruiz, Ortiz, Flores, de Gracia, de León, de la Rosa, de Sedas, de la Guardia.

Ruiz y Ortiz no llevan tilde nunca. En el primero hay un diptongo (ui) que hace la palabra monosílaba (los monosílabos no se tildan); en el segundo (con dos sílabas Or-tiz) se trata de una palabra aguda terminada en z. ¡Simple!

Flores con s (y sin tilde). La otra forma, debidamente documentada, Flórez, termina en z y lleva tilde.

Explicaba Elsie Alvarado que los apellidos compuestos llevan la preposición (de) con minúscula. Así fue y ha sido en la más conservadora tradición española: Fray Luis de León, Lope de Vega, Miguel de Cervantes, San Juan de la Cruz.

Nosotros hemos invertido y pervertido la norma.

 La Academia dice:

Los nombres propios (y los apellidos, por ende) tienen una escritura que no es solamente convencional o tradicional, sino que debe ajustarse a la reglas de la ortografía por tratarse de palabras.