Fugacidad y perpetuidad en Héctor Collado
La Prensa | Opinión | La Voz de la Academia | 30 de diciembre de 2023
Por Melquiades Villarreal
Con el poemario Artefactos, Héctor Collado obtuvo el Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró en el año 2004. El primer poema que captó mi atención fue Túnel: “No estoy ciego./ Sucede que tengo miedo/ y no veo la luz/ al final del día”. Cuatro versos desprovistos de rebuscamientos léxicos, amos de gran profundidad semántica, constituyen una especie de epicentro del cual pueden partir todas las exégesis imaginables.
El poema posee una casi irónica perspectiva de exactitud, por el laconismo y por lo amplitud, elementos estos que, esbozados simultáneamente, dotan a los versos de una fantástica panorámica, pues el laconismo se lo debe al vocabulario utilizado; la amplitud, a la profundidad y precisión significativa. Contempla la esencia de la vida del hombre. Todos anhelamos y tememos saber cuál es nuestro destino al final del túnel que conecta las dos eternidades que marcan los linderos de nuestro espacio vital. Nos redime el temor que nos ciega y nos impide levantar nuestra mirada hacia el mañana. Luz y sombra recrean un cuadro sugestivo: el hombre vendado avanza en medio de un camino de luz siguiendo el rumbo que conduce a la eternidad. El poema es una metáfora sobre la vida humana, que también es breve y plena de significados.
El héroe poético sabe lo que ha creado, Túnel es el epicentro del poema, pero del mismo modo en que nuestra existencia es un momento de plenitud entre dos infinitos, el poema nos eleva para ver hacia atrás y hacia delante con la misma precisión. Hacia atrás observamos una serie de pistas que van desde la búsqueda de claves que nos permitan entender la realidad de este cosmos poético, desde el desprecio por todo, hasta la presencia de la muerte que merodea sonriente en cada poema; hacia delante percibimos huellas de la inutilidad de la búsqueda de explicación de la vida y de las burlas contra la muerte.
Paisaje final, primer poema de la colección, nos sirve para sustentar algunos puntos de vista: “El ojo se alarga./ Busca allá en el fondo/ un árbol de horizonte/ y pájaros de sal./ El viento pasa lista a los sepulcros./ Desde mi lápida/ las doce letras de mi nombre/ dicen presente./ La rama está preñada./ La fruta canta”.
Es imposible desentrañar todas las posibilidades interpretativas de los símbolos presentes en el texto. Es trascendente, sin embargo, percibir qué significa el alargamiento del ojo: a nuestro juicio, evidencia la curiosidad del ser humano por conocer su destino, la finalidad de su existencia; luego, la búsqueda en el fondo es una clara alusión al interés por conocer todo, hasta lo más nimio de la propia esencia, sustentada en los signos de un árbol en el horizonte, es decir, de la sorpresa como factor justificador de la vida.
Los pájaros de sal simbolizan muchos elementos desde la fragilidad acompañada de la incapacidad para el vuelo, hasta la interpretación folclórica de la mala suerte justificadora del fracaso. El canto de la fruta y la rama preñada son capaces de contener el secreto de la continuidad: la rama tiene evidentes características masculinas (el elemento fálico, la fortaleza aparente); la fruta que canta encarna a la mujer –tal vez en estado de embarazo– con su dulzura, sus misterios, sus caprichos y, sobre todo, con su capacidad maravillosa de contener en su carne la continuidad de la vida.
Héctor Collado, con sus Artefactos invita al lector a desarmar estos poemas, a recomponerlos, a jugar con ellos, con lo cual tal vez se logre comprender la amplia gama de posibilidades creativas e interpretativas que la lectura ofrece.
El autor es profesor y lexicógrafo.
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