La riqueza semántica de los verbos
La Prensa | Opinión | La Voz de la Academia | 12 de noviembre de 2023
Por Melquiades Villarreal
El español es un idioma muy rico por la cantidad de palabras que tiene y por el caudal semántico que estas poseen. Verbigracia, comer abriga definiciones que van desde ingerir alimentos, producir comezón física o moral a alguien, corroer o consumir algo, tomar la comida (en nuestro uso almorzar), gastar o consumir la hacienda o no hacer caso a alguna señal, ejemplo: “se comió la luz roja”.
La plurivalencia semántica conlleva a que no existan sinónimos perfectos. Me permito afirmar que tal y cual lo corroboran diferentes fuentes, los verbos colocar y poner son sinónimos, aunque no todo lo que se coloca se suele poner ni todo lo que se pone se puede colocar. Tienen igual significado las expresiones: Juan pone los platos sobre la mesa que Juan coloca los platos sobre la mesa. No obstante, no significan lo mismo las oraciones, la gallina puso un huevo que la gallina colocó un huevo.
Morar, vivir y habitar también son términos sinónimos, lo cual es fácil sustentar por el uso. Si se toma en consideración la séptima acepción del verbo vivir que nos ofrece el Diccionario de la Lengua Española: ´Mantenerse o durar en la fama después de muerto’ nos percatamos de que en cualquier oración en que se emplee el verbo vivir con esta significación es posible reemplazarlo por sus sinónimos morar o habitar sin que se altere el significado, ejemplo: Simón Bolívar vive en la memoria colectiva, Simón Bolívar mora en la memoria colectiva, Simón Bolívar habita en la memoria colectiva. Pero si empleamos vivir en su primera acepción: “tener vida” no es posible reemplazarlo por los sinónimos señalados sin que la expresión pierda el sentido, pues existe una abismal diferencia en los casos siguientes: Después del accidente, la niña aún vive que después del accidente, la niña aún mora o habita.
En el medio en el que me desenvuelvo, resulta normal que diga indistintamente “Yo tomé agua o yo bebí agua”. Lo curioso es que hay acepciones en las que los verbos tomar y beber difieren totalmente.
Por ejemplo, aunque puedo muy bien tomar el desayuno el almuerzo, o el transporte, no sería tan comprensible que utilice el término en la expresión que el Diccionario de la Lengua Española nos ofrece en su quinta acepción: Inspirarse o informarse. Ejemplo: “La novela inglesa clásica bebe en la obra de Cervantes”. Tomar en su sexta acepción significa comer o beber, lo que ofrece marcadas diferencias, pues yo puedo tomar o beber chocolate; pero, aunque puedo beber un refresco, no puedo beberme un trozo de pan.
Por su parquedad semántica, impera el verbo modelo amar (tener amor a alguien o algo); pero, por su riqueza significativa, reina el verbo pasar con sus más de sesenta definiciones sin considerar sus formas complejas. Las acepciones de este verbo son tan diversas que van desde conducir de un lugar a otro, enviar o transmitir, penetrar o traspasar, exceder, aventajar o superar, introducir algo por encima de otra cosa, cerner, cribar, tamizar, deglutir, tragar la comida o bebida etc.
Entre las formas complejas, encontramos pasar alguien por alto: omitir o dejar de decir algo que se debió o se pudo tratar; pasar alguien por encima: “Anticiparse en un empleo el menos antiguo a quien, según su grado o categoría, tocaba entrar en él”; pasar de largo: “Ir o atravesar por una parte sin detenerse”; o, pasarse de listo: “Intentar mostrarse en algo más inteligente que otros y estar equivocado”.
Los verbos, por su naturaleza, indican acción. En algunos casos, se caracterizan por su plurivalencia semántica, fenómeno que les permite interpretaciones disímiles, enriquecidas y enriquecedoras.
El autor es profesor y lexicógrafo.
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