Tres cambios en marcha en el español panameño
La Prensa | Opinión | La Voz de la Academia | 14 de septiembre de 2023
Por Martín Jamieson Villiers
No obstante que el dinamismo sea rasgo inalienable de todo lo humano, solemos creer que las lenguas son inmutables. Pero resulta evidente la variación que hay en ellas al constatar las diferencias geográficas (no se habla igual en Chile que en México) o temporales (el español del Poema del Cid difiere del del Quijote y éste del de García Márquez, éste premio Nobel de literatura, así como Vargas Llosa, primer académico que ascendió a la Academia francesa de Letras, y sin escribir directamente en francés).
Sucede, sin embargo, que los más no percibimos los cambios en marcha. Los investigadores sí advierten y anotan los procesos.
Según lo dicho, tres transformaciones del español panameño merecen destacarse. Los que adhieren a la norma general vigente (o a las reglas de la gramática escolar o académica) piden su corrección por distintas razones.
Tal el caso de ¿quíhubole? (en transcripción fonética aparece como /kiúbole/), con el pronombre átono de tercera persona le que no se refiere a nada que lo anteceda. Se diría lo mismo con “¿qué hubo?”. Max Salabarría Patiño, observador de nuestra variedad del español, Académico Correspondiente de la Academia Panameña de la Lengua, quien publicaba notas sobre el lenguaje, registró el caso desde los años sesenta del siglo pasado. El fenómeno del le añadido sin antecedente no es sólo de Panamá ya que se documenta en México (como en el ándele u órale, de Speedy González) y también en Medellín, Colombia. También decimos ámbale, que viene de amba, forma truncada de caramba, o ástele, que viene de aste, también forma truncada.
Para avisar sobre el peligro de los estupefacientes, hace años se armó una campaña con el lema “Dile no a las drogas”. Pocos (Elsie Alvarado de Ricord entre ellos en Usos del español actual) advirtieron que normativamente es obligatorio “DileS no a las drogas”. Cuando el pronombre complemento indirecto plural aparece junto con la palabra a la que se refiere, como en este caso, les y drogas, muchos, en vez de usar la forma plural del pronombre (les) optan por el singular (le). En Panamá pasa, entre otras razones, porque la –s final de sílaba se aspira y, a veces, se pierde. (O, como dicen algunos, “se comen las eses”). Desde principios del siglo pasado algún observador señalaba la pérdida de esa –s en les. También se constata en otros países de América.
Un sonido que se encuentra en cambio es el de la ch, que va transformándose en otro que suena como la sh del inglés, la ch del francés o la sci del italiano. (Los fonetistas llaman técnicamente la ch sonido africado y la sh sonido fricativo). Son pocos los panameños menores de cincuenta años que hoy mantienen el sonido africado ch. Algunos que sí lo conservan a veces lo intercambian con el sonido sh. Hay quienes creen que el nuevo sonido sh se debe a influjo del inglés, pero no es así. Es un fenómeno de Panamá y de otros lugares, como Andalucía, Chile o Cuba. No se sabe cuándo empezó a utilizarse la sh en vez de la ch entre nosotros. Lo que se atestigua es que hacia 1903 todavía se mantenía firme esa ch que los lingüistas llaman africada.
Los fenómenos antedichos son sólo un manojo de los fenómenos en proceso de cambio en el español panameño. Conjuntamente, hacen que el español de Panamá se asemeje al de algunos países mientras que se diferencia del de otros.
El autor es profesor de lenguas extranjeras e investigador lingüístico y literario.
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