TRISTÁN SOLARTE EN SU CENTENARIO, LECTURA CONTINUA DE EL AHOGADO
En el salón de actos de la Academia Panameña de la Lengua, se llevó a cabo el día 1 de junio de 2024, la lectura continua de El Ahogado, la célebre novela del gran escritor originario de Bocas del Toro, Guillermo Sánchez Borbón, el cual utilizó el seudónimo literario de Tristán Solarte.
Tristán Solarte (1924-2019) fue académico de número de la Academia Panameña de la Lengua, ocupando la silla E y ejerciendo el cargo de director sustituto. Fue en un entusiasmado periodista y creador de obras literarias en los géneros de la poesía como; Aproximación poética a la muerte, Paisajes de vida y muerte, Viene de lejos y en narrativa El guitarrista, Confesiones de un magistrado, La serpiente de cristal y El ahogado; la cual fue alabada por el gran escritor argentino Ernesto Sábato y premiada como el mejor libro extranjero en Francia.
La lectura continua de El Ahogado contó con diversos lectores en el modo presencial y virtual, sumándose varias provincias a este homenaje a uno de los grandes genios literarios del siglo XX en Panamá.
En sus Memorias mínimas (junto al periodista Alberto Gualde), Tristán Solarte, nos dice:
..Me fui para Bocas del Toro y me dio una depresión atroz.
En parte para espantar los negros nubarrones que me acosaban, decidí escribir para distraerme-o tal vez como terapia-una novela policial. Pero el poeta propone y las musas disponen. En vez de novela policial salió El Ahogado. Lo escribí febrilmente, en 15 días, de un tirón. No quisiera volver a pasar por otro proceso semejante.Todo nació así: Estaba sentado en una banca del parque con un amugo encantador (Benjamín Fitzgerald, ya difunto). Era pintor y músico autodidacta. Además, tocaba todos los instrumentos musicales conocidos. Todos lo querían en Bocas. Entonces me pregunté, ¿qué pasaría si este joven, que no tiene un solo enemigo, aparece un día asesinado? Partí desde una idea de novela policial y en el camino me descarrillé y me salieron todas las obsesiones que se habían acumulado en mi sesera. Como entonces yo no escribía máquina, la novela la pasó en limpio mi amigo Mérido Cotez.
Cuando terminé, me enfermé gravemente, pero la novela me libró de todas mis obsesiones. Principalmente la de la asfixiante Tulivieja.
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