Panamane, la lengua hecha en Panamá
La Prensa | Opinión | Voces de la Academia | 13 de julio de 2024
Por Martín Jamieson
Una lengua artificial (por oposición a una natural) se crea con el fin de servir universalmente. Sigue resultando una quimera como la de las sociedades perfectas de los relatos utópicos, hoy negativizadas en las distopías que la ciencia ficción proyecta y que tantos hemos sufrido en nuestra realidad cotidiana. Pero se continúa aspirando a la lengua única para vencer la “maldición de Babel”, por lo que cada tanto se propone una nueva. Hasta lingüistas de fuste se han ocupado del tema. El esperanto parece ser la de mayor pervivencia y repercusión. Su creador fue Ludwig Lejzer Zamenhoff (1859-1917), médico polaco. También se han inventado el ido, el volapük, la interlingua, el novial… (Léase sobre el tema, entre otras obras, La búsqueda de la lengua perfecta, de Umberto Eco).
Es poco conocido y menos recordado que también Panamá puede vanagloriarse de tener un constructor de una lengua artificial, el panamane (no pronunciar la e final). Fue el inquieto intelectual Manuel Encarnación del Carmen Amador Terreros (Santiago de Veraguas, 1869-Panamá, 1952), hijo del primer presidente del país, Manuel Amador Guerrero. Manuel Encarnación del Carmen fue diseñador de la bandera patria, que es por lo que más se lo conoce, y por ello fue nombrado “prócer” oficialmente y en vida.
Manuel Encarnación ha sido celebrado en un opúsculo del fundador de la historiografía literaria panameña, Rodrigo Miró, cuyo título, Manuel E. Amador, un espíritu sin fronteras (1966), protagoniza la ductilidad de un inventor de inicios de la entonces “nueva nación”. En sus páginas el eminente historiador traza una semblanza y rememora hitos de su actividad administrativa e intelectual. Manuel fue servidor público del departamento colombiano istmeño, primer Secretario de Hacienda de la república independiente, diplomático del Panamá recién autogobernado y capaz artista plástico. Algunas de sus producciones se conservan en la Universidad de Panamá, que, felizmente, mantiene una galería de arte con su nombre.
Informado sobre el esperanto, Manuel Encarnación lo consideró para elaborar su original panamane, lengua artificial difundida por medio de los siguientes títulos: De Babel a Panamane, en la revista Estudios (1927); Sobre el idioma internacional o interlengua panamane (1936) y el grueso volumen Fundamentos del Panamane (1936), publicado en inglés como Fundaments of Panamane, obra en la que se encuentran textos traducidos al panamane junto con un léxico amplio de la neolengua. Muestra del panamane es su versión de la oración “Padre Nuestro”, que se reza así:
Le Pader Noses (Práju)
Páder nóses ki sot em Háhvan, hahído sái dái námy, dái ráik sái véno am númi, dái víllu sái dúo em ter vi es sol em Háhvan; nos jórye bred gé veeh es númi ójyo; fegéveeh númi nos détti vi nu fegévy nos déhtori; lázeeh númi pah fáller íntra temtéz sónta elíveeh númi da tut íbel. Aménn.
Es notorio que la creación lingüística de Manuel Encarnación, a pesar de sus buenas intenciones, no resuelve problemas básicos para alcanzar la deseada lengua universal, aún si esta fuera posible o permanente. Una dificultad en contra evidente surge por su falta de correspondencia unívoca de letra y sonido, por ejemplo, o por el tipo de alfabeto, diferente del árabe, chino, coreano, hindustani… Hay muchos más obstáculos, pero serían tema de un encuentro científico pormenorizado.
Agradezcamos la voluntad de embellecer el mundo a través de la plástica de Manuel E. Amador, el “espíritu sin fronteras”, y más importante, su solidario deseo de acercarnos más gracias a una mejor comunicación que brinda su panamane.
El autor es investigador lingüístico y literario e instructor de lenguas extranjeras.
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