Viaje por ‘Semana Santa en la niebla’
La Prensa | Opinión | La Voz de la Academia | 6 de abril de 2023
Por Melquiades Villarreal Castillo
Semana Santa en la niebla es un poemario de Rogelio Sinán esbozado a manera del evangelio según san Lucas, el médico culto que quiso dejar para la posteridad los hechos reales acaecidos en torno a la vida pasión y muerte de Jesucristo tal y como ocurrieron. El poema Ego sum lux (yo soy la luz) nos indica que Cristo es el nuncio de vida, de luz y de verdad, reconocido por cada ser y objeto de la creación ya sea una ola, una semilla o una rosa. Por ser hijo de Dios, no requiere de publicidad, ni de milagros, ni de auroras, pues su condición hace que sobre cualquier tipo de parafernalia. En el poema Agnus Dei (Cordero de Dios), se detallan rasgos biográficos de Jesucristo, anunciados por Juan el Bautista, la voz que clamaba en el desierto. El poema compara a Cristo con la grandeza del mar y la majestuosidad de un lucero, capaces ambos de despertar a las olas y hacerlas sus cómplices cuando caminó sobre ellas, recordando el principio cuando “el espíritu de Dios se movía sobre las aguas”. De Cristo, se dice que es el verbo humanizado, la verdad en la niebla, el cordero sumergido, la burbuja inmaculada, la luz y el prodigio mayor. Es el hijo de quien Dios se siente complacido, tal como lo expresó en presencia de la paloma en la cual se metamorfoseó el Espíritu Santo.
El poema Pecados capitales recrea, a través de elaboradas metáforas, la sustancia de los yerros esenciales que a la postre se constituyen en símbolos de la caída del hombre. Compara las velas de los barcos con la soberbia que deshilacha brisas, en el ente que despierta el resto de los deslices: la avaricia del mar que todo se lo traga, la pereza de la merluza, el orgullo de la corvina, la gula de los pulpos, de los tiburones y de los pelícanos. El yo lírico establece una similitud entre las ondas opalescentes de las olas con las curvas de los senos de una mujer: ambos despiertan la lujuria. Luego extiende su discurso poético, en unos versos en los que nos recuerda el contenido de la frase vade retro (Satanás, apártate de mí) para evocar que fue el tenebroso pecho de Eva el que hizo que la humanidad cayera en el abismo de la lujuria y de la muerte.
Calvario es un poema que define de refinada forma poética la pasión y muerte de Jesucristo, la cual presenta a través de juegos de símbolos; el héroe poético califica el hecho de “desnuda luz pupilas con celajes de cirio,/ va tiñendo de sangre la garganta de mar”.La imagen resulta sombría, puesto que, a pesar de la exposición del esplendor, se recrea el eclipse generado por la luz de una vela; y, el azul propio del mar, se matiza con el rojo de la sangre del Cordero, emblema inequívoco del sacrificio.
El catálogo de imágenes sigue sorprendiendo: las deshabitadas sombras son los muertos, y el coro de difuntos que tritura miradas se enfoca en lo sorprendente del momento de la muerte de Cristo; no cabe duda de que el coro al que se refiere es un silencio sepulcral que se percibe a través de los ojos y no de los oídos como natura indica.
La resurrección se recrea de manera maravillosa: “¡Toda vida renace cuando renace el Sol!”, pues el Sol en otras culturas (la egipcia y la griega) es la inspiración del padre de los dioses; es decir, la resurrección de Cristo acarrea todas las resurrecciones, pues con ella se vence a todas las muertes.
El autor es profesor de lengua y literatura.
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