Escandinavia
La Prensa | Opinión | Voces de la Academia | 18 de mayo de 2024
Por Martín Jamieson
Poco se nos alcanza de Escandinavia. Con el término se incluye a Dinamarca, Suecia y Noruega, de historia común. Menos sabemos de Islandia o de Finlandia, países igualmente nórdicos, entrelazados con los escandinavos. Todos los mencionados son nórdicos. El del escandinavo es un subgrupo.
El ascenso en enero de 2024 de Federico X al trono de Dinamarca, que aunque incluye las islas Feroe y Groenlandia es la menor en extensión continental de las tres monarquías escandinavas, invita a considerar aquellas naciones, no sólo por la llamada prensa rosa, que permite ver por lentes de ese color, como en “La vida color de rosa”, según el gorrión de París, Edith Piaf.
El danés, sueco, noruego e islandés están interconectados por su origen germánico y pasado geopolítico común. El finés o finlandés es lengua raigalmente diferente de las de los otros cuatro países, pues, al igual que el húngaro o el turco, es de un grupo lingüístico diferente, el uralo-altaico.
Escandinavia es tierra de vikingos. Sobre todo a partir del siglo XIX algunas artes los aureolaron de terror o fama representándolos con cascos de cuernos, inexistentes en la realidad.
Aquellos osados navegantes se establecieron en Francia, en lo que por consiguiente fue Normandía, cuyo nombre recuerda su origen septentrional, porque normando significa “del norte”. Llegaron a América antes de Colón, después ungido Duque de Veragua, así, sin -s. (En España hoy sigue habiendo un Duque de Veragua, también bautizado Cristóbal, el XVIII de la estirpe. La forma Veraguas, con -s final, se documenta oficialmente a partir de 1844 en el Panamá entonces colombiano).
Inciso: Borges se negaba a “vikingo” y escribía “viking”, opción no generalizada. Con sarcasmo publicó “Deliberadamente escribo psalmos. Los individuos de la Real Academia Española quieren imponer a este continente sus incapacidades fonéticas; nos aconsejan el empleo de formas rústicas: neuma, sicología, síquico. Últimamente se les ha ocurrido escribir vikingo por viking. Sospecho que muy pronto oiremos hablar de la obra de Kiplingo”.
Borges también había advertido lo recordado al inicio de estos párrafos: es “extraño y vano [el] destino de las gentes escandinavas. Para la historia universal, las guerras y los libros escandinavos son como si no hubieran sido; todo queda aislado y sin rastro”.
Ello se repite o disipa, según se interprete, con el otorgamiento de los premios Nobel (instaurados por un sueco) recaídos en autores nórdicos. No alcanzan memoria frecuente ni universal los premiados en literatura Frans Emil Sillaanpaä, finlandés, o bien, de parte de los escandinavos, Knut Hamson, Tomas Tranströmer, Verner von Heldenstam, Erik Axel Karlfeldt, Selma Lagerlof, Harry Martinson, Nelly Sachs, Johannes Vilhelm Jensen, Henrik Pontoppidan, Karl Adolph Gjellerup, Sigrid Unset o alguno más. ¿Quién recuerda estos nombres o se atreve a pronunciarlos? Pontoppidan, sea dicho de paso, es traducción al latín del apellido danés Broby. Significa ‘por el puente’.
El Nobel de literatura de 2023 le tocó al novelista y dramaturgo noruego Jon Fosse (no confundir con el cineasta estadounidense Bob Fosse, de las deliciosas películas Cabaret o All that Jazz).
Resulta interesante la experiencia lingüística del Fosse nobelado. Existen dos variedades del noruego. Una es bokmål (entiéndase lengua libresca) y otra nynorsk (es decir nuevo noruego). Bokmål se habla preferentemente en las ciudades, se enseña en cuanto lengua extranjera y campea al escribir. Nynorsk fue formado sobre la base de las hablas tradicionales del país amalgamadas para crear una “lengua nacional”. Fosse publicó en nynorsk y es el primero en recibir un premio internacional de tanta envergadura haciendo uso del “nuevo noruego”. Es una elección ideológicamente significativa.
El autor es investigador lingüístico y literario, y profesor de lenguas extranjeras.
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