Estudios lexicográficos del maestro José Gabino Rivera Ledezma
La Prensa | Noticia | La Voz de la Academia | 15 de septiembre de 2022
Por Melquiades Villarreal Castillo
El maestro José Gabino Rivera (Chiriquí, ?, Chitré, 2011) fue un docente comprometido con su profesión, con su idioma y con el folclor panameño, como lo evidencian sus investigaciones, sus publicaciones (pagadas con su propio pecunio y distribuidas de manera gratuita).
En esta ocasión, me referiré a su obra Remembranzas vernaculares, que son una verdadera joya lexicográfica que nos permite conocer un sinnúmero de términos empleados en ciertas regiones y en el país en general.
Veamos algunos ejemplos: Acular: arrinconar. Angurria: deseos desmedidos por obtener una cosa. Bacuno: rastrojo intrincado. Bisojo: persona o animal que ve muy poco. Cuchifleta: grosería insulto. Chipotra: llaga purulenta. Cutapla: Mano de pilón. Empiochado: enamorado. Enquilencia: enfermedad, desnutrición. Furuco: bulla, alboroto. Gabarro: enfermedad que sufren los caballos en los cascos. Jucia: intento, ademán. Jollanco: hueco, profundo. Lenquío: enfermo. Manclona: pedazo de tabaco metido en la boca. Meneador: utensilio de cocina. Mejengue: fuerza, poder. Ñarasca o ñarusa: llaga purulenta. Ñoma: piedra grande. Palomear: lavar mal la ropa. Pijola: palabra usada para expresar lo negativo de una cosa. Sacaliñar: inventar cuentos, levantar falsos o bochinches. Sagú: engaño, burla. Soronto: tonto, desorientado. Tapunga: ave panameña. Torril: pilón. Zumbo o zurumbo: sin orejas.
Cabe destacar que el maestro Rivera Ledezma también recogió varios topónimos curiosos, tales como: Rabo de Gallo y El Tullido (Chiriquí); El Zancú Piedra de Amolar (Veraguas); Los Matales y la Marañona (Herrera); El Nigüito, Chupá, La Gallinaza (Los Santos); Toza, Juan Hombrón (Coclé); Culigüeca, Bique (Panamá); Alfagía, José Pobre (Colón); Canglón y Palo de las Letras (Darién); entre otros.
Las onomatopeyas también se constituyeron en su campo de estudio, como se puede ver en las siguientes muestras: chuío (ave canora); güíchiche (pato silbador); cristo vaa (pechi amarilla); tres pesos son, tres pesos son (paloma torcaz) qurivoi, quirivoi, quirivoi (tórtola) cao, cao (gavilán). No es difícil que el campesino, por desconocimiento del nombre de estas aves las denomine con su voz onomatopéyica; así tenemos: chuío, güíchiche y cao.
El maestro recoge también el nombre de los términos con que los campesinos identifican los colores de diversos animales. Una vaca puede ser arará, ñopa, careta, lebruna, sarda, ahumada; los perros pueden ser de color barsino, chorriado; los gatos, moriscos, pintados, barretiados o tolú; un cerdo puede ser de color chinchado, pintado, cano o cenizo. La variedad cromática de los gallos es más amplia. Un gallo puede ser: casilí, pinto, cenizo, tolú, jiro, carato, penitente, mamey, vinotinto o rayado.
Me parece divertida la cantidad de dichos que recoge la obra, muchos de los cuales condensan la filosofía campesina. Entre otros, tenemos: Moliñandú pelo, cáscara y plumas. Yo como soy del campo, por donde quiera me zampo. Si relinchas te aprieto la cincha, si corcoveas te doy con la correa. Agua con sol, vieja con amor.
En la obra de Rivera Ledezma también existe una interesante lista de trabalenguas que son empleados por el campesino para divertirse y para desarrollar las competencias del habla.
Ejemplo: Chingo estaba chinguiando con el hijo de ño Chindo, en eso llegó ño Chando que era un viejo chiquiabuelo y le preguntó a compa Chelo que si era verdad lo de Chanchito y dijo el señor Pachito son bochinches de Chavelo.
En conclusión, Remembranzas vernaculares, es un testimonio de vida, del uso de la lengua y de nuestros antecesores que vivieron en la campiña hace varias décadas. Muchas de las voces recogidas siguen vigentes, otras se perdieron en el tiempo; no obstante, la obra comentada es un interesante aporte lexicográfico que considero de gran utilidad para estudiar y conocer mejor el desarrollo del español en nuestro país.
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